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Diario de una mami normal y corriente

Yo soy así y así seguiré

Yo soy así y así seguiré
No me conocéis de nada: mi nombre es Rosario y soy una persona de lo más normal. No me relaciono con gente famosa, jamás he ido a un programa del corazón a contar mi vida, tengo un sueldo normal y compro en los mismos sitios que tú. Tengo 30 años, estoy casada, tengo una niña y soy más o menos feliz. Si tuviera que relatar mi vida en un libro no sabría por dónde empezar porque mi vida es tan corriente que acabaría pronto. No encontraréis en mí grandes polémicas, ni más miserias que las que puede tener la vida de cualquiera.
Y aún así, me he decidido a escribir este blog porque entiendo que la mayoría de la gente se parece mucho más a mí que las vidas de otros que continuamente aparecen expuestas en los medios de comunicación. Al fin y al cabo, la vida de casi todos se compone de pequeñas alegrías, de problemas comunes y de cosas que pasan sin muchas alharacas pero que en definitiva hacen que merezca la pena vivir en nuestro pequeño universo. No esperéis cosas a lo grande, porque no las va a haber. Ni falta que hace. Nunca me han gustado las montañas rusas y sinceramente no espero que mi vida lo sea. Prefiero dejar las grandes emociones para otros, con más espíritu y ganas de andar llenos de sobresaltos de continuo. Me gusta mi mundo rutinario y disfrutar de mi cotidianeidad, y está bien que sea así, porque al fin y al cabo es lo que tengo.

Me llamo, como os he dicho, Rosario. Sin embargo, igual que no soy siempre la misma, tampoco todo el mundo me llama de la misma manera. Soy Rosario en el mundo profesional, aunque ahora esté de excedencia cuidando a mi hija. Rosario es una mujer a la que le gusta trabajar, a la que no le importa “echar horas” con tal de que salgan las cosas adelante y máxime cuando disfruta con lo que hace. Que le gusta el trato con las personas, que pierde el tiempo con los detalles y a la que le gusta tenerlo todo atado. Es la que llama por teléfono para pedir presupuestos, atiende a las quejas y soluciona los problemas. Rosario es una mujer de su tiempo, que se ha preparado estudiando a conciencia y a la que le gusta que le reconozcan cuando está haciendo algo bien.

Soy también Charo. Así es como me llaman mis allegados. A pesar de que mis padres me pusieron un nombre tan largo y tan clásico, nunca me han llamado por él. Cuando soy Charo, tengo mucha menos paciencia, porque ya se sabe, a veces la confianza da asco y me corto menos a la hora de soltar una fresca. Soy mucho más espontánea, me río con facilidad, y tengo muchos menos reparos a la hora de poner las peras a cuarto a quien haga falta. Soy tan cariñosa que resulto pegajosa. Y me gusta estar en mi casa, salir al cine, dar un paseo, leer… no tengo aficiones más allá de las que tenemos el común de los mortales. Eso sí ¡las disfruto como una enana! No me gusta pasar por la vida de puntillas así que procuro sacar el máximo partido de todo lo que emprendo. Quizás no sean grandes cosas, pero para mí son tan importantes como la más alta de las políticas.

Soy la Charito. Mis amigas comenzaron a llamarme así en la universidad, donde nos conocimos, y desde entonces es mi nombre de guerra. Charito es la que tiene más sentido del humor de todas. Le gusta reírse, hablar de lo divino y de lo humano, bailar, cantar y verlo todo de una manera positiva. Charito nunca tiene prisa y siempre está dispuesta para un café entre amigas. Los problemas, los hijos, el marido, se quedan en casa cuando lo hago para ser quizás la más yo de todas.

Aunque mentiría. Soy por último, Mamá. Sólo hay una persona que me llama así y tiene apenas 10 meses. No levanta dos palmos del suelo y es mi Amor con mayúsculas, mi pequeña gran obra. Le viene justo para decírmelo y normalmente suele estar acompañado de algún lloro que otro. La jodida de ella sólo me lo dice cuando está mal y necesita mimos. Y yo por supuesto, aunque sé que es un mamá totalmente egoísta, me derrito por dentro y por fuera. Como Mamá, soy la más responsable de todas. Limpio culos, doy biberones, me preocupo que tenga ropita limpia, que esté caliente, que no le pase nada, que no se caiga. Intento controlar mi lenguaje y ser lo más educativa posible. Es agotador ser el espejo en el que se mira un niño pequeño. Para mi hija soy lo más de lo más (¡qué sensación más alucinante!) y quiero estar a la altura para no defraudarla y para que crezca convirtiéndose en una bella persona.

Soy todas esas. La profesional, la responsable, la juerguista y la cariñosa. La que limpia y la que desordena. La que sonríe y la que llora.

Una mujer más, pero al mismo tiempo única.

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